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Semana Santa de Astorga, cuestión de paisaje y paisanaje

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La Semana Santa se sustenta en la fe religiosa y, en especial en Astorga, esta dimensión está presente de manera permanente no sólo en los desfiles procesionales, sino también en los cultos que todas las parroquias y la Catedral ofician con motivo de la semana más importante para la Cristiandad.

La tradición semanasantera, sin embargo, se ha desarrollado de tal manera, que ha generado en sí misma un espacio autónomo en el calendario al que no sólo se mira desde el punto de vista religioso, sino como un periodo vacacional en el que, los desfiles procesionales ofrecen un pretexto para conocer las interioridades de la red social de las ciudades, de las que se puede aprender mucho observando su Semana Santa: por el paso se conoce a sus braceros, aunque sean paparrones tocados con el lúgubre y anónimo capirote.

astorga

La propia proliferación de cofradías en una ciudad como Astorga no es sino la versión religiosa de una propensión al asociacionismo casi endémica en la ciudad; tanto que hunde sus orígenes en la historia local que en algunos casos se remonta a cinco siglos. El semanasantero vive casi todo el año para esos días: muchos cofrades toman vacaciones en los días precedentes para preparar todos los detalles como merece la ocasión y en no pocas ocasiones, esa masa cofrade formada por más del 15% de la población astorgana duplica y hasta triplica su condición de actores de la Pasión repartiendo sus preferencias entre varias cofradías.

En Semana Santa los astorganos, cofrades y no cofrades, viven de manera especial una ciudad volcada en la calle, con frío o con buen tiempo, trufada de ritos que mezclan lo religioso y lo lúdico, lo pío y lo irreverente a veces en la misma persona y con un intervalo de segundos.

¿Qué son, si no, los martirios a los que se sometía a Cañinas, arrimando la llama de un mechero a sus nalgas? Esa tradición hoy ya desaparecida tras la restauración a la que sometió a este paso que representa al soldado que acerca una esponja mojada en vinagre en la punta de una caña al crucificado, es una muestra de cómo un acto aparentemente irreverente no es sino una especie de “venganza” hacia quien tanto daño hacía a Jesús.

La intrahistoria de lo cotidiano en la Semana Santa está plagada de hábitos y costumbres que no se repiten en muchas casas astorganas hasta el año siguiente: la profusión de churros para combatir madrugones y prolongaciones excesivas de noches procesionales; el recurso a las torrijas como postre y tentempié de cualquier hora, la inevitable limonada, remedo mesetario de la sangría, de una calidad mayor que ese “combustible de turistas” que, sin embargo, ha ido decreciendo a medida que su clientela crecía despojando a los bares de la “marca de la casa” que cada uno era capaz de ofrecer. La limonada vuelve a ofrecer la coartada teológica a aquellos aficionados a su sabor dulzón que sostienen que por cada vaso ingerido, muere un judío de los que condujeron al Calvario a Cristo. A estas alturas no hubiera sobrevivido, de ser cierta la teoría, un estado de Israel tan grande como China.

Otro elemento inherente a la Semana Santa es esa competencia entre las cofradías por ofrecer un arreglo floral para un paso más espectacular que los demás, por disponer de música más brillante de bandas propias o contratadas, por alardear “bailando” con las andas elevadas sobre los brazos extendidos o por conseguir que en cada año los pasos y demás herramientas procesionales luzcan más restaurados y brillantes.

Un cierto concepto íntimo y recogido de la Semana Santa astorgana se manifiesta en aspectos como la prosopopeya de los elementos del parque imaginero: igual que a la madera que encarna la talla de Cañinas se le devolvía parte del martirio al que sometió a Cristo, se convierte en atleta al veloz San Juanín en su carrera matinal al reencuentro con la Virgen; se veneran casi con exclusividad cristos y vírgenes dependiendo de la cofradía a la que pertenecen, y se hace de la adscripción a tal o cual colectivo, e incluso a la condición de bracero de un determinado paso, un elemento de rivalidad que, en el caso de los barrios, se convierte a menudo en la marca más representativa de la vecindad en una u otra zona de la ciudad.

Hay tantas maneras de vivir los días de la Pasión en Astorga como personas diferentes. Más, incluso, ya que una misma persona es capaz de hacerlo de modos diferentes según acuda a un acto litúrgico, a una procesión como participante activo, a otra como público o disfrute de estos días festivos entre torrijas, limonada y almendras. Vivida desde dentro, en todo caso, supone inevitablemente “tomar partido”, asumir como más próxima o más simpática a una u otra cofradía y a una u otra procesión. En eso, la de Astorga no es tan diferente al resto de las semanas santas de España; en lo que sí es diferente es en las razones por las que uno se hace afín a ellas.

Datos prácticos:
Astorga se encuentra en la provincia de Léon, en la misma carretera N-VI (A-6) Madrid – La Coruña. Aproximadamente a la altura del kilómetro 327.

Oficina de Turismo de Astorga: Glorieta Eduardo de Castro, 5. Tel.: (+34) 987 618 222

Junta Profomento de la Semana Santa de Astorga
Calle Enfermeras Mártires de Somiedo, 3. Tel.: (+34) 987 603 189

Por Enrique Ramos Crespo (Redactor Jefe del Faro Astorgano)
Fotos: © Imagen M.A.S

 

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