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Ruta de los Relojes de Sol en la Comunidad de Madrid

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La historia de los tiempos ha estado marcada por los días y las noches, las horas y los minutos. Dicen que el primer reloj de sol fue una estaca clavada en el suelo. Desde entonces y hasta que en el siglo XX se estableció el nuevo patrón horario, un gran número de casonas, iglesias y palacios tenían relojes de sol.

En la Comunidad de Madrid se cuentan una cincuentena de ellos. Un recorrido por la provincia y otro por la ciudad permiten despertar del olvido una bella tradición, que ha marcado el transcurrir tanto de la vida cotidiana, como de las grandes hazañas.

Madrid es una ciudad donde siempre hay algo fascinante por hacer. Ya sea que se busquen experiencias en familia, planes en pareja en Madrid o simplemente diversión, aquí se encuentra todo. No obstante, también cuenta con actividades culturales únicas, como la Ruta de los Relojes de Sol, una forma muy original de conocer la ciudad.

La observación de los primeros humanos de los movimientos del sol, debió llevar a crear los primeros relojes de sol. En la Comunidad de Madrid se pueden contar una cincuentena de relojes, en mejor o peor estado de conservación. Lo cierto, es que forman parte de la historia del terreno, bien por el lugar donde se encuentran, bien porque a través de ellos, los habitantes del lugar pudieron conocer la fecha exacta de un acontecimiento de importancia histórica o de cualquier detalle de la vida cotidiana.

Pero mucho antes, en épocas primitivas, éstos ya existían. Quizá el reloj más antiguo haya sido una estaca clavada en la tierra, que al proyectar su sombra sobre el suelo permitía observar más fácilmente el movimiento de la sombra, en lugar de mirar hacia la luz cegadora del sol.

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En la Edad Media también se utilizaba este método, de hecho, existieron tablas que relacionaban las horas con el número de pies. Uno de ellos existe en la biblioteca del Monasterio de Silos. Si los egipcios aportaron obeliscos, que pudieron servir como relojes y los babilonios usaron unos más elaborados, los griegos y romanos los perfeccionaron. en Roma se seguían utilizando los obeliscos. en época de Augusto se utilizaba para conocer la hora del mediodía, momento en el que se dejaba de trabajar para comer.

En la Edad Media surgió un reloj que permitía conocer las horas de los rezos de los monjes. De ahí que tomará el nombre de «horas canónicas». Abul-Hassan, en el siglo XIII, introdujo la idea de hacer todas la horas del mismo largo, idea que no se tomó hasta los siglos XIV y XV, al retomar el conocimiento de la Astronomía y a recuperar las tracciones que hicieron los árabes. En esta época se construyó la primera meridiana en la cúpula de Santa María de Fiore. Un orificio de 90 metros dejaba pasar, a la hora del mediodía, un rayo de sol sobre una línea del suelo. En Madrid, en el Escorial, existen dos de este tipo.

Relojes analemáticos
El gnomon es vertical y las horas se marcan circundando una elipse. Este se mueve en cada época del año para que la sombra caiga sobre el punto correcto.

Relojes ecuatoriales
Este es el reloj más sencillo e intuitivo. Consiste en una varilla paralela al eje del mundo que pasa por el centro de un círculo paralelo al ecuador. En Madrid hay un reloj monumental de este tipo, junto a la Puerta de Toledo y otro en el Paseo de Recoletos.

Relojes horizontales
El gomon forma un ángulo igual a la latitud de la ubicación para la que se diseñó suele encontrarse habitualmente sobre pedestales. Muy común en jardines. También existe un tipo de reloj cuyo plano no es ni vertical ni horizontal. A estos se les denomina inclinados.

Relojes reflejados en el techo
Se coloca un espejo mirando al sur y la sombra se proyecta en el techo.

Relojes polares
Tienen el plano del reloj paralelo al eje de la tierra.

Relojes verticales
Son la mayoría de los que vamos a encontrar en este reportaje. Se sitúan sobre las paredes de los edificios (iglesias, viviendas, casonas…)

Ruta de los Relojes de Sol por la ciudad de Madrid
Usera – Embajadores – Plaza de Rey – Paseo de Recoletos – Puerta de Toledo – Hermanos García Noblejas – Villa de Vallecas – Universidad Politécnica

Las palomas juguetean entre las horas y los números en la Colonia Moscardó, en el barrio de Usera. Un conjunto de casas, algunas de ellas chalets adosados, que forman un particular recinto, que se rematan con pequeñas torres, donde se posan coloridos y alegres relojes de sol. Son tres las calles principales, donde se pueden encontrar estos relojes. Unos pasadizos comunican unas con otras. Aquí también se deja ver un bello reloj, en todos igual.

El iniciar la ruta en Usera para buscar algunos de los relojes de sol de la capital se debe a que aquí es donde el viajero encontrará mayor número de ellos. Después tendrá que desplazarse por distintos lugares para ver sólo una muestra en cada punto. La Colonia Moscardó permite disfrutar, largo y tendido, de un buen puñado de relojes.

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El colorido de estos relojes se hará patente también en el reloj que se sitúa cerca de la Glorieta de Embajadores, en dirección a la Plaza de Lavapiés, uno de los lugares más castizos de Madrid. La calle Miguel Servet, en su confluencia con la calle Mesón de Paredes ofrece este singular reloj que marca los tiempos de la corrala madrileña.

Mucho más moderno, pero en una ubicación muy castiza también es el reloj de la Plaza del Rey, una de las más bellas y más desconocidas de Madrid. El reloj se encuentra en un edificio moderno, actual Ministerio de Cultura, junto a la Casa de las Siete Chimeneas.

Desde aquí, el itinerario dirige los pasos hacia el Paseo de Recoletos y, más concretamente hacia el mítico Café Gijón, lugar de donde han salido ilustres líneas y brillantes pensamientos. Junto a su terraza, casi pasando inadvertido se encuentra un reloj ecuatorial.

Ecuatorial también es el reloj que marca las horas frente al Mercado Puerta de Toledo. Una monumental construcción que sufre en sus muros la rúbrica de los amantes del graffiti, al igual que el se encuentra en la Calle Hermanos García Noblejas, de gran originalidad.

La iglesia de la Villa de Vallecas, de gran belleza, que cuenta con dos relojes y el reloj de Jesús de la Calle en la Universidad Politécnica de Madrid, son los dos puntos de este recorrido, que permiten conocer la capital de una forma distinta, descubriendo nuevos lugares, bellos edificios y plazas y un pequeño pedazo más de su larga historia.

Ruta de los relojes de Sol por la Comunidad de Madrid
Alcobendas/Fuencarral – Tres Cantos – Colmenar Viejo – Soto del Real – Guadalix de la Sierra – El Paular (Rascafría) – Collado Mediano – El Escorial

Un misil y unos cuantos cubos a su alrededor forman el particular reloj de sol construido por Jaime Velilla y que se encuentra en el Regimiento de Artillería que hay en la carretera que une Fuencarral con Alcobendas. Un singular artilugio, muchas veces difícil de ver o fotografiar, puesto que no siempre se permite el acceso al cuartel. Así comienza un itinerario que pretende mostrar, siguiendo, cierta lógica, algunas de las muestras más representativas de relojes de sol en Madrid.

En el trayecto acompañarán durante el camino las cumbres de Guadarrama, maquilladas por la nieve si se realiza éste se realiza en invierno. Aires serranos, que permiten admirar el reloj de la Universidad de Comillas, a las puertas de la residencia de dicho recinto. Fue un jesuita, quien trajo este reloj de Estados Unidos para instalarlo en el Campus de Comillas.

Más españoles se vuelven los aires en dirección a Colmenar Viejo, donde se avistan perfectamente las recortadas formas, ora alentadoras, ora fantasmagóricas de La Pedriza, que toman un impresionante color al atardecer. Colmenar presume, en cuanto a relojes de sol de un pasado y un presente. La esbelta torre de su iglesia, mira hacia la pequeña espadaña, pues debajo de ella queda la varilla de lo que debió ser un antiguo reloj de sol. Uno más moderno y, con ello, no menos bello, se sitúa detrás de la iglesia, en la denominada calle del reloj.

En dirección a Soto de Real, el Parque Regional de la Cuenca Alta del Manzanares se hace más visible, no en vano su término municipal forma parte de dicho parque. En esta localidad es posible ver en su iglesia parroquial un antiquísimo reloj de sol, en no muy buen estado de conservación. En esta especie de juego de «en busca del reloj perdido«, Soto es uno de los acertijos más difíciles. El reloj casi se halla oculto por un ciprés, a unos tres metros del suelo. El viajero avispado lo verá rápido, aunque puede despistarse y prolongar su visita sin ver el reloj.

De Soto a Guadalix de la Sierra. Allí también la iglesia parroquial espera con calma las curiosas miradas en busca de su reloj de sol. Los ojos parecen agrandarse para poder «palpar», más y mejor, las impresionantes vistas que ofrece el Puerto de la Morcuera, que conduce hasta Rascafría. La solera del Monasterio del Paular ya es visita obligada, no sólo por su importante patrimonio.

Esta es la parada más importante de la ruta. En el Claustro-Cementerio, en un templete se encuentran tres relojes con orientación sur, sureste y suroeste. De los tres, uno de ellos es el más importante, puesto que es el único que existe en España que tiene horas babilónicas, es decir, aquellas horas que han pasado desde que sale el sol. Al igual que el resto de relojes que se encuentran en la Comunidad de Madrid, la documentación es escasa. En el caso del Paular y de este reloj lateral, se sabe que lo hizo alguien llamado Galíndez, que fue pintor y relojero mecánico. La quietud del Paular permitirán realizar un descanso en la ruta para después continuar en dirección a Navacerrada.

Desde aquí, el itinerario se dirige hacia Collado Mediano. Junto a su recoleta estación de tren, a unos doscientos metros a la izquierda, en una casa particular rodeada de jardines, yace un magnífico reloj de sol. Puede verse bien desde el exterior, entre los arbustos.

El punto final a este itinerario lo ponen las dos meridianas que se encuentran sobre sendas ventanas del Monasterio del Escorial. A través de ambas oquedades, la luz se introduce dentro para marcar las horas.

La visita al propio monasterio, al igual que los parajes circundantes, permitirán rematar la jornada. Seguramente, al finalizar la ruta, los relojes «dormirán», en busca de nuevo horizonte que les permita, de nuevo, marcar las «horas de la vida».


 

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