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La Ruta de la Seda. Lazo de unión entre Oriente y Occidente

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Fundada en el siglo III A.C como ruta comercial para el transporte de mercancías entre el antiguo Imperio Chino y Roma. El Palacio de la Luna, las Montañas de Fuego, la ciudad Samarkanda o los guerreros de Xian son algunas de las paradas del recorrido. Un viaje en tren de lujo durante 21 días de Moscú a Pekín es una interesante propuesta para acercarse a una de las rutas más transitadas de la historia.

Desde las entrañas del antiguo Imperio Romano hasta las costas del Mar de China, la Ruta de la Seda atraviesa media Europa, Oriente Próximo y Asia Central sorteando estepas, desiertos, glaciares, grandes ríos, civilizaciones milenarias y ciudades de ensueño. Es mucho más que una ruta comercial; en ella confluyen historias de aventureros, de guerras, de alianzas políticas, de religiones y de intercambios culturales.

A pesar de que existe desde el siglo III antes de Cristo, no es hasta el siglo XIX cuando el geógrafo alemán Ferdinand Freiherr von Richhofen acuñó el término ‘Ruta de la Seda’, en referencia a una de las mercancías más habituales que transitaban por esos caminos. Sin embargo no sólo se comerciaba con seda, también circulaban piedras y metales preciosos, lana, lino, ámbar, especias, vidrio y coral.

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Los camellos y elefantes eran los animales más usados para transportar las mercancías por la Ruta de la Seda, en viajes interminables cuyo destino final podía no llegar nunca. Guerrilleros, ladrones y pilluelos asaltaban con frecuencia las caravanas y no tenían ninguna piedad en matar a todos sus integrantes con tal de conseguir su botín.

Afortunadamente, el viaje que propone Nobeltours es seguro, cómodo y fiable. En 21 días, el viajero podrá conocer la esencia de la Ruta de la Seda -cruzando Rusia, Uzbekistán, Turkmenistán, Kazashtán y China- así como descubrir alguna de las ciudades más excitantes del mundo antiguo.

De los glaciares al desierto
El viaje parte de Moscú a bordo del tren Transiberiano Express en dirección hacia el sur, a Volgogrado. Previamente los interesados podrán admirar las exquisiteces de la capital rusa como la Plaza Roja, el Kremlin o la tumba de Lenin. Ya en Volgogrado, antigua Stalingrado durante la época soviética, se puede visitar el monumento memorial Mamayev Kurgan, levantado con motivo de una de las batallas más sangrientas de la II Guerra Mundial.

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Dejamos la ciudad del río Volga para adentrarnos en el desierto de Kara Kum rumbo a Uzbekistán. Allí, una parada en Khiva, sobre el río Amu Dayra, uno de los nudos comerciales más destacados de la ruta, intersección de caminos provenientes de Mongolia, Rusia, China y Persia. Después de un par de días, la expedición llega a Bukhara, ciudad más grande del oasis de Uzbekistán, que acoge el Palacio de la Luna y las Estrellas de los Emires además de varios edificios islámicos rebosantes de suntuosidad.

Samarkanda: la Perla del mundo musulmán
La llegada a Samarkanda no defrauda. Descrita como la ‘Roma del Este’ o la ‘Perla del mundo musulmán’, el enclave, por el que suspiraron nombres históricos como Alejandro Magno o Marco Polo, fue fundado en el siglo VI antes de Cristo por los persas. Es una de las ciudades habitadas más antiguas del mundo. Entre sus múltiples mezquitas, necrópolis y mausoleos destaca, sin duda, la Plaza de Registan, uno de los lugares más sorprendentes del Asia Central y que definió las reglas básicas de la arquitectura islámica.

Tras una parada en Tashkent, capital de Uzbekistán, el Transiberiano Express se dirige a Kazajstán, en concreto a su ciudad más poblada: Almatý. Allí uno puede vivir la experiencia única de almorzar en una yourta (cabaña tradicional de los pastores mongoles kazajos) con el imponente paisaje de los montes Tien Shan de fondo.

Las Montañas de Fuego y la Gran Muralla
Almatý también es la última parada del Transiberiano Express. La parte de China de la Ruta de la Seda se hará a bordo del Shangri-La Express. La primera parada en territorio chino se realiza en Urumqi. De allí hacia Turfan para conocer las Montañas de Fuego, en una falla geológica situada a 155 metros bajo el nivel del mar, lo que supone la segunda depresión más profunda del planeta después del Mar Muerto.

Las Cuevas de los Mil Budas de Magao representan uno de los mayores encantos de Dunhuang, la siguiente parada, unas 500 grutas talladas que ilustran la evolución del arte budista. El tren serpentea por las estribaciones del desierto del Gobi hasta llegar a Xian, ciudad que acoge los famosos guerreros de terracota.

El trayecto en el Shangri-La Express llega a su fin. Después de 11.353 km el recorrido por la Ruta de la Seda concluye en Pekín, capital de China, una ciudad fascinante que ofrece todo tipo de atractivos. La Gran Muralla es uno de ellos, una de las Siete Maravillas del Mundo Moderno. Después de 21 días el viajero tiene la sensación de haber hecho mucho más que un viaje. La Ruta de la Seda es un nexo de unión entre lo antiguo y lo moderno, entre Oriente y Occidente.


 

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