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Dinosaurios sorianos

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Es difícil imaginar que las yermas cumbres de las sierras de Enciso y Navalsaz fueron, hace millones de años, un terreno llano y pantanoso, salpicado de lagunas, deltas y lagos de agua dulce donde la vegetación, favorecida por un clima templado y húmedo, crecía hasta alcanzar cotas inimaginables. Tal exuberancia floral suponía una magnífica fuente de alimento para el tipo de animales que campaban por aquel entonces por el planeta y, entre palmeras y robles gigantes, no tardaron en aposentarse un buen número de dinosaurios herbívoros y, por ende, carnívoros. Y fue allí, sobre el moldeable barro soriano donde los grandes saurios dejaron un pequeño y curioso regalo: sus huellas.

Bípedos y carnívoros

La ruta de las icnitas de Soria se sitúa en la zona de Cameros. Aunque esta denominación pueda ser más identificable con La Rioja, lo cierto es que se trata de un área bastante amplia que abarca tanto aquella provincia como la parte fronteriza que corresponde a la región soriana.

Aunque pueden señalarse algunas más, como es el caso de Garray o Ventosa de San Pedro, donde también se levantan dinosaurios, las principales localidades que poseen icnitas son Bretún, Santa Cruz de Yanguas y Villar del Río. En todos los casos, las huellas son muy similares entre sí.

El origen de estas huellas debe situarse cuando lo que ahora es una cadena montañosa era una extensa llanura deltaica en la que se desarrollaba un amplio sistema fluvial. Es difícil determinar con exactitud la época pues, además, las icnitas no se marcaron al mismo tiempo, sino que abarcan un dilatado periodo de tiempo. Así, puede estimarse que el origen de las icnitas sorianas se sitúa en el periodo conocido como Cretácico Inferior, es decir, entre hace unos 150 a 120 millones de años de la actualidad.

Además, las huellas se marcaron en un periodo temporal de entre treinta a cuarenta millones de años. Por lo que, sobre las grandes extensiones de limos y arcillas, donde la probabilidad de formación y preservación de huellas de animales terrestres fue muy alta, quedó la impronta de muy diversos grupos de dinosaurios que habitaron, bien de forma temporal o permanente, estos ambientes.

Los dinosaurios de Bretún

La mayor parte de las icnitas que se han encontrado están en las afueras de los pueblos mencionados. En el caso de Bretún, por ejemplo, las lajas de piedra se extienden en la ladera que asciende enfrente del templo parroquial e, incluso, en algunos de los, ya abandonados, corrales de la localidad. Allí, un impresionante Triceratops (seis toneladas de peso) indica el lugar donde sus congéneres de sangre fría dejaron sus huellas.

En la mayor parte de los casos, las icnitas son tridáctilas, es decir, tienen tres dedos, por lo que es relativamente fácil identificarlas. Estas patas pertenecen a dinosaurios bípedos del grupo de los Carnosaurios, cuyo nombre indica que se trataba de reptiles carnívoros.

La necesidad de procurarse alimento mediante la predación, dotó a estos grandes saurios de fuertes garras, detalle que ha quedado marcado en las icnitas que presentan unos dedos relativamente largos, finos y con la terminación distal o final en forma puntiaguda. Pero, en general, no se trata de patas de gran tamaño, pues oscilan entre los veinte y los treinta centímetros de longitud, aunque existen casos de dimensiones que superan los 35 centímetros.

El diferente tamaño que presentan las huellas induce a pensar en grandes grupos de dinosaurios, existiendo, de este modo, tanto individuos adultos como crías de menor tamaño. Además, en casos como el de Bretún, las curiosidades son mayores, por cuanto es posible apreciar labrada en la roca la rugosa piel de un dinosaurio muerto, junto al cráneo y las extremidades.

Los dinosaurios en Santa Cruz de Yanguas

Mientras, en Santa Cruz de Yanguas, es posible observar otro tipo de icnitas muy diferentes. En este caso, cerca de un río, ha sido el Stegosaurus el elegido para indicar el lugar donde comienzan las icnitas aunque, un poco más lejos, tras cruzar el cauce, una gran piedra plana está surcada por huellas de dígitos más cortos y robustos, con una terminación distal redondeada. El tamaño oscila entre los veinticinco y los treinta y cinco centímetros de longitud. Se trata de icnitas producidas por dinosaurios fitófagos del grupo de los Ornitópodos, es decir, saurios herbívoros comedores de plantas que no precisan grandes garras en los dedos.

Curiosamente, no se conocen en la zona icnitas de dinosaurios cuadrúpedos, tales como los grandes Saurópodos. Por consiguiente, esta zona estuvo dominada por dinosaurios bípedos Terópodos y Ornitópodos. El gran predominio de huellas producidas por los primeros sugiere que, quizás, fuese el grupo dominante, aunque hay que tener en cuenta que el número de individuos depredadores debía ser menor que el de presas, por lo que, si se tiene en cuenta este detalle, hay que pensar que el predominio de este tipo de icnitas debe ser explicado por la mayor actividad de estos dinosaurios.

Del rechazo a la dinomanía

La relación entre los dinosaurios y el ser humano nunca ha sido tan amistosa como en estos momentos. El enfoque dado a los grandes saurios, principalmente desde el cine, provocó el temor en los primeros momentos. Sin embargo, los últimos años y, curiosamente, gracias al cine, han provocado un fenómeno que se ha llegado a calificar de dinomanía. Lo cierto es que el interés por los dinosaurios ha crecido paulatinamente, aunque muchas cuestiones siguen sin resolverse.

Los dinosaurios poblaron el planeta durante una era que abarca entre los 240 millones de años y los 65 millones de años. Es decir, el Triásico, el Jurásico y el Cretácico, momento en el que desaparecieron. Posiblemente, surgieron todos de un antepasado común. Quizás del Lagosuchus, un pequeño arcosaurio del Triásico superior cuyas características son propias de los dinosaurios. La evolución los dividió en saurisquios -con pelvis de reptil- y los ornitisquios -con pelvis de ave-. Unos y otros dominaron la tierra durante millones de años, sobre todo, por su gran tamaño y las condiciones de los depredadores, mientras los mamíferos, aparecidos en el Triásico tardío, hace 190 millones de años, del tamaño de un gato los más grandes, se vieron obligados a cazar de noche y permanecer escondidos durante el día.

La gran cuestión es, sin embargo, averiguar por qué desaparecieron los grandes saurios. La teoría más fundamentada para explicar por qué desaparecieron la mitad de los animales y vegetales terrestres se apoya en un cambio climático que convirtió la tierra en un lugar inhóspito, mas ¿cómo se produjo dicho cambio? Las últimas investigaciones sostienen que un gran asteroide se estrelló contra la tierra a la velocidad de diez kilómetros por segundo. El impacto oscureció la atmósfera, enfriando la temperatura, encendiendo grandes fuegos y lluvias ácidas.

La ruta de los dinosaurios

Situados en lo que se conoce como Tierra de Yanguas, perviven veinticinco pueblos, de los que cinco destacan por tener en sus límites no solo huellas de dinosaurios, sino reproducciones de estos animales señalando los lugares donde hay que buscar. Se trata de Garray, Ventosa de San Pedro, Santa Cruz de Yanguas, Bretún y Villar del Río, siendo los más destacados estos tres últimos.

Santa Cruz de Yanguas. Es uno de los pueblos de mayor altitud (1.223 metros) del curso alto del río Cidacos. Su término lo atraviesa el río Bados, afluente de aquel, destacando entre sus paisajes el Pozo de los Lavaderos y Los Pellares. La iglesia está dedicada al Misterio de la Santísima Trinidad y está construida en buena fábrica, como el resto del pueblo, cuyas edificaciones son un magnífico ejemplo de la típica arquitectura serrana.

Bretún. Tan solo unos pocos vecinos mantienen la vida de este pueblo de calles tortuosas y casas de piedra. La iglesia gótica está dedicada a San Pedro Apóstol y cuenta con un par de ermitas dedicadas al Santo Cristo y a Santa Cristina. El pueblo se alza a 1.135 metros de altitud, siendo su principal riqueza la ganadería que tuvo, tiempo atrás, mucho prestigio.

Villar del Río. Más conocido por ser el escenario donde se rodó la célebre película «Bienvenido Mr. Marshall», el pueblo es un cruce de caminos entre Soria y La Rioja a 999 metros de altitud. Pieza de interés es la iglesia del Bautista, que allí llaman San Juan el degollao. Cuenta con tres ermitas, dos dedicadas al Cristo del Humilladero, y la de Santa Filomena, fundada por un prelado, natural del pueblo, que fue obispo en Menorca, a fines del siglo XVIII.

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