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Hacia el Cap de Creus

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Un pedazo de tierra del Alt Empordá es suficiente para comprender la riqueza cultural y paisajística de la comarca. Desde el Port de la Selva al Cap de Creus, el itinerario se muestra mucho más sorprendente de lo que el viajero pudiera imaginar.

Cadaqués

Pintores y escritores se enamoraron a comienzos del siglo XX de El Port de la Selva, eligiéndola como lugar de descanso y retiro. Villa marinera de estrechas callejuelas, ve destacar entre los edificios el inmaculado campanario de la iglesia de Santa María de les Neus. La localidad costera tiene el privilegio de situarse en una bahía natural que se abre en la cornisa septentrional de Cap de Creus.

Desde aquí se inicia la ruta que conduce hasta el impresionante monasterio de Sant Pere de Rodes. A él, se accede por carretera o bien caminando. Las vistas desde aquí son realmente espectaculares. En las inmediaciones de Sant Pere de Rodes se encuentran los restos de la población que surgió a su amparo, Santa Creu de Rodes.

De vuelta a El Port de la Selva

Trece kilómetros de sinuoso camino que ofrece vistas increíbles, especialmente la que nos muestra la también villa marinera de Cadaqués. Una pista que sale de la carretera de Cadaqués a Roses permite acceder a la ermita de Sant Sebastià. Desde allí, un camino conduce hasta la cima del Puig Pení, de 605 metros de altura.

Cadaqués, bajo la impronta de Dalí, es el punto de partida para visitar Portlligat, La Guillola y dirigirse a la península del Cap de Creus. Porción de tierra que se adentra en el mar y que marca el límite con los Pirineos.

El sendero GR-11, permite conocer el verdadero carácter de la península y a la vez visitar algunas casas de campo. También permite hacer parada en Sant Baldiri y Cala Tavallera, situada en El Golfet.

San Pere de Rodes en el Cap de Creus

La silueta escarpada de este impresionante monasterio ha sido inmortalizada por diferentes artistas a lo largo de los tiempos. Muchas son las teorias que se han barajado sobre el origen de este cenobio. Para unos, hubo un templo pagano dedicado a Afrodita Pyrene. Para otros, tres sacerdotes que se vieron amenazados por la presencia de babilonios.

En cualquier caso, Sant Pere de Rodes conoció su etapa de mayor esplendor desde el siglo X al siglo XIII. Parte de este florecimiento se debe a un noble llamado Tassi y a su hijo Hildesind. Ambos dedicaron su fortuna y sus vidas a engrandecer el lugar.

Durante el siglo XI se consagró el templo actual creciendo hasta el XIII, gracias a las numerosas donaciones y privilegios. Pero es el siglo XIV cuando comenzará un progresivo proceso de decadencia, con el consiguiente expolio de numerosas riquezas, que culminará en el siglo XVIII con el abandono del monasterio por parte de los últimos monjes que lo habitaban. El abandono provocó el desplome de las construcciones que comenzaron a ser restauradas en 1973 y que han permitido salvarlo de la ruina total.

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