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Noches de Fado en Lisboa

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En tu viaje en la ciudad melancólica, no deberías irte de Lisboa sin asistir a una actuación de fado, el canto nacional de Portugal. Entre las callejuelas de Lisboa salieron los más bellos versos interpretados por los mejores artistas del país. Como en España con el flamenco, o en Argentina con el tango, hay locales donde se puede cenar mientras se comparte la música con los manjares más típicos. En Lisboa hay varios de estos locales, nosotros visitamos en Alfama uno de los establecimientos más acreditados: Taverna do Embuçado.

Las músicas identifican a los pueblos, en sus canciones se muestra su historia y personalidad. En Portugal, el fado manifiesta en sus versos cantados la melancolía. De estas voces dulces se desprenden pensamientos amargos que expresan las dificultades de la vida, el amor perdido, la emigración o la nostalgia de los territorios de ultramar.

Fado viene del latín y significa destino. El origen de este canto popular se remonta al siglo XIX y su germen inicial se atribuye a las clases bajas y barrios marginales. Incluso, en sus primeras etapas, se asociaba a cantos de prostitutas que entonaban estas coplas en rincones oscuros entre callejuelas, como una forma de aliviar la espera de sus clientes. Imagínate estas melodías resonando en ambientes portuarios decadentes, en el interior de tabernas repletas de rudos marineros que, al calor del vino, canturreaban estas melodías mientras esperaban el embarque a quién sabe qué lugar.

Posteriormente, estas canciones procedentes de los arrabales, se pusieron de moda entre las clases acomodadas y aristocráticas, que fueron introduciendo estos versos cantados en sus salones nobles, como una excentricidad del pueblo llano.

Origen arrabalero del Fado. Cuadro de Malhoa
En nuestro paso por Lisboa, preguntamos a un empleado del Parque de las Naciones si aún se podía escuchar fado auténtico, el espontáneo del pueblo. Dijo que sí, que en las tabernas de Alfama o del Bairro Alto, sobre todo a última hora y los días más próximos al fin de semana, se producían “improvisadas” actuaciones de fado.
En su sonrisa cómplice, así como en sus gestos, parecía que me estaba hablando más de cánticos de borrachos, algo así como nuestro “Asturias patria querida” a la salida de una cantina, que de conocer el verdadero canto popular.

Seguramente, también habrá algún virtuoso entre estas decrépitas barras que, alentado por el reguero del vino barato entre sus venas, desgarre su garganta interpretando este fado de tasca. En sus palabras, deduje que no valía la pena investigar esta posibilidad, sino fuera por pura casualidad, al pasar por delante de un bar mientras se recorre la ciudad blanca.

En la noche Lisboeta suena el eco del fado. Llegada a la “Taverna” en las puertas de Alfama
Los locales de fado son otra posibilidad a la del canto improvisado que se produce en los bares de los barrios históricos, estimulado por el alcohol de vasos de vino y el licor de cerezas típico de Lisboa: la dulce Ginjinha, una bebida que debes probar en el paso por la ciudad romántica. Estos locales, con actuaciones programadas de fado, es una opción menos aventurera que buscar entre bares desconchados, situados entre callejuelas. Eso sí, tendrás que pagar una cena un poquito más cara de lo habitual, pero el coste compensa por la calidad de la carta y en su precio también se cobra la actuación.

Llegamos a la zona de Alfama, situada cerca de la zona portuaria. El local de fado se ubica a pocos minutos andando de la Plaza del Comercio, el punto de encuentro turístico por excelencia de Lisboa.

En estos establecimientos elegantes, programados para turistas, se combina una buena cena portuguesa con la actuación de distintos artistas. En el caso de este local llegan a alternarse hasta cinco fadistas. El precio del menú puede parecer alto, pero también hay que tener en cuenta en la minuta se incluye el espectáculo.

Nos acercamos al local, situado en un callejón estrecho y sinuoso, típico de Alfama, donde un cartel con el nombre del Embuçado nos indica que hay que girar por los antiguos pasajes del barrio medieval. El establecimiento se sitúa en una calleja sin salida y tras unos muros del siglo XIII.

Aún no hay un alma en el local, somos los primeros en llegar y es día 3 de enero, por lo que por un momento pensamos que seremos pocos los asistentes a la actuación. Afortunadamente, los portugueses tienen la costumbre de proporcionar unos aperitivos o entrantes antes de la comida principal, un bocado con el que matar el gusanillo. Normalmente, se ofrece una deliciosa mantequilla salada con bollitos de pan para untar, compartiendo con otros tentempiés como paté de pescado o quesos típicos de las sierras, aunque no olvides un detalle: estos aperitivos se pagan en la factura final.

La rústica arquitectura de la Taverna do Embuçado ayuda a la ambientación típica de una manifestación tradicional y popular. El local no es excesivamente grande, pero suficientemente acogedor. Decoración vetusta que se exhibe las curvas de los portones, cuyos techos están sostenidos por traviesas de madera, que recuerdan a una antigua bodega de vinos o una caballeriza. La tímida iluminación se compensa con la cándida luz de las velas encima de los manteles, que perfilan un entorno familiar e íntimo, ideal para una cena romántica. No faltan las sillas de cuero artesanal, la artística loza de Marinha Grande o la mantelería delicada.

Estábamos equivocados, el templado fresco de enero en la noche lisboeta no amedrenta a la gente, que llega a cuentagotas, pero que rápidamente llena la sala hasta no quedar ni una silla libre. Ya ha pasado una hora y todas las mesas están repletas de turistas de todas las nacionalidades, entremezclados entre lusos de postín y ejecutivos, que se mezclan con familias acompañadas por hijos adolescentes o parejas. No es difícil que en alguna mesa se escuche hablar en castellano.
En la oferta de la carta no faltan los mejores platos de la cocina portuguesa ni los vinos de todas las bodegas del país, unos caldos que no tienen nada que envidiar a los españoles.

Mi acompañante pide bacalao a la brasa. No puedes irte de Portugal sin probar este plato nacional que se prepara de diversas formas. Como ya sabrás, esta especialidad utiliza un pescado conservado durante meses en sal gruesa y que se desala uno o dos días antes de su preparación sumergiéndolo en agua dulce. Aún así, su chicha siempre guarda un cierto sabor saladillo.

Empieza el fado
De repente, cuando menos se espera y después de una media hora de cena, salen al escenario dos guitarristas al centro del local, acompañando a un joven artista: Miguel Capucho, toda una promesa del fado que aparentemente no parece pasar de los 30 años. Empiezan a vibrar sus cuerdas vocales con un melancólico canto a Lisboa, la partida del emigrante que no sabe cuando va a volver y el amor a las blancas calles de la capital del Tajo.

Observamos fijamente al intérprete, cierra con fuerza sus ojos mientras se remarcan arrugas entre la piel de sus jóvenes párpados, que se rasgan desde la fuerza de su garganta, en la que emergen sentimientos profundos. De anticipo nos obsequia con tres canciones, dando un respiro de varios minutos a los comensales para proseguir con la cena.

Al cabo de poco tiempo sale a escena otro fadista: Augusto Amoral. De procedencia africana y rasgos mestizos, su color ébano recuerda el antiguo imperio portugués, cuyos territorios se extendían por todo el mundo y, mostrando en su canto, que el fado aparte de las barriadas portuguesas también tiene raíces africanas, aires que llegan desde las antiguas colonias lusas. La siguiente artista, Ana María Dias, mujer gruesa de raza totalmente africana, que irradia con su voz sosegada y dulce el alma de una tierra lejana a la que nunca se debió abandonar.

El fado también se impregna con versos de las antiguas colonias
Pasa la noche en su camino hacia la medianoche, acompañados de exquisitos manjares y copas de vino, que se interrumpen con la llegada de la actuación estelar de la noche, la gran Cidália Moreira. No solo tiene una voz envidiable, sino que escenifica con pasión las canciones y poemas que parecen brotar de lo más recóndito de su alma. Máxima expresión que no defrauda en una artista que lleva más de 40 años interpretando fado por todos los escenarios del mundo.

Cidália Moreira
Vestida como si fuera una diva de la ópera, Cidália se permite la licencia de cantar alguna canción más humorística o informal, dice que tampoco todo en el fado es desasosiego, e interpreta una canción en la que con gran sentido del humor se habla sobre la crisis de los 40 años. La cantante se lleva el público a su terreno y consigue que todos tarareen sin descanso las estrofas de la satírica canción.

Cambio de repertorio y en la siguiente canción se pone más seria, e invoca la memoria de la grandísima, la irrepetible Amalia Rodríguez, y con pasión interpreta canciones que también salieron de la garganta de la gran diva del fado.

Pasión y sentimiento en el fado
Por último actúa Teresa Siqueira, que, además, es una de las dueñas del local. Acaba la cena y hay que irse. Un camarero nos acompaña hasta un taxi ya que son más de las doce de la noche hora portuguesa y a esas horas Alfama no es un sitio recomendable para deambular a la aventura por sus callejones oscuros. En la ruta hacia el hotel, contemplamos desde las ventanillas del viejo Mercedes las luces navideñas de esta ciudad melancólica. Mientras atravesamos la Baixa, en nuestro trayecto por las rúas lisboetas, resuenan aún en nuestros oídos los ecos del fado que dejamos en Alfama y que nos han acercado más a la ciudad y al sentir de nuestros vecinos portugueses, tan cercanos a nosotros y desgraciadamente tan desconocidos

Taverna do Embuçado. Beco dos Curtumes, 10. Tel.: 00 351 21 886 50 88


 

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