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Silvia Borisowa. Iconos, ventanas a la eternidad

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Según la tradición bizantina, que atribuye a San Lucas la autoría de los primeros iconos, éstos son representaciones de Cristo, la Virgen, un santo o un acontecimiento de la Historia Sagrada, pintada o esculpida, portátil o monumental. Hoy, Silvia Borissova ha recogido el testigo del santo en Buitrago de Lozoya.

Los iconos se remontan a los orígenes del cristianismo (siglo I al IV d.C.). Estas primeras imágenes conmemorativas son similares a las realizadas en la época de las momias de Fayum de Egipto, cuando era acostumbrado guardar en el hogar a los muertos momificados junto con su retrato efectuado en una tablilla de unos veinte por cuarenta y cinco centímetros Estaban pintadas con colores diluidos en cera bajo el efecto de un fuete calor, aunque también solían emplear colores al temple, o una mezcla de ambas técnicas, lo que se conoce como “colores al temple diluidos en la cera”.

Iglesia de Santa María del Castillo (Buitrago de Lozoya)

La tablilla se introducía bajo las bandeletas que encerraban la cabeza, el cuello o la parte superior del pecho e intentaba conservar eternamente el recuerdo de los seres queridos. Pero lo que enlaza estos retratos con los iconos es, fundamentalmente, el culto que se profesa a unos y otros. Con el mismo espíritu que los retratos conmemorativos del final de la antigüedad, las provincias del Imperio Bizantino eran especialmente fieles al uso de los retratos que recordaban a los mártires. Fue probablemente en el siglo V cuando se dio el paso hacia el retrato conmemorativo de los mártires que sacrificaban su vida en la lucha en pro del cristianismo.

Estos retratos se convirtieron en imagen de culto, dignos de veneración y, por consiguiente, en iconos. En el siglo VI, la iglesia aprobó la veneración de los iconos que, entre los creyentes, tomaron un lugar importante en las iglesias y en la vida privada.

Los iconos más antiguos datan de los siglos VI y VII y se conservan, en su mayor parte, en el monasterio de Santa Catalina, en el Sinaí. Se remontan a esta tradición y en cualquier caso, se acercan mucho a los retratos de las momias, sobre todo en su forma de fabricación, en su composición y en su estilo. Así, como imagen, el icono sitúa lo que es observable con los ojos y lo trascendente: no son una copia de la realidad, sino que son alegorías en un lenguaje especial, que combina la imagen y el símbolo.

Por ello, la pintura del icono ignora el espacio tridimensional, propuesto como una ilusión óptica en occidente después del Renacimento, en favor de la perspectiva central. De este modo, se alza, por regla general, un espacio de imagen que se abre hacia atrás y se extiende poco en la profundidad. Los personajes están representados absolutamente sin relieve, pero engrandecidos y empequeñecidos en función de su rango honorífico y de su significación interna. Paisaje y arquitectura aparecen como bastidores más o menos añadidos y toman formas individuales muy abstractas en sus relaciones de grandeza, subrayando de manera decisiva el carácter global de la escena representada.

Los Iconoclastas
Pero, precisamente debido a su valor simbólico en cuestiones de fe, una escalada guerrera interrumpió brutalmente la edad de oro inicial de la pintura de iconos. Se trataba simplemente de saber si la divinidad podía, o no, ser representada en imágenes, cuestión que dividió a Bizancio en iconodulos e iconoclastas. Los primeros, justificaban la creación de imágenes cristianas por su utilidad didáctica para una población mayormente analfabeta, pudiendo salvaguardar la herencia de la antigüedad ligada a imágenes y estatuas de los dioses. Los segundos, consideraban toda representación imaginada de la divinidad como un sacrilegio.

Los antagonismos terminaron con la Guerra de los Iconoclastas, que llevó al emperador de Bizancio, León III, a ordenar, en 726, que desaparecieran todas las imágenes de las iglesias. No obstante, tras prolongadas discusiones, la emperatriz Teodora volvió a autorizar, el 11 de marzo de 843, la veneración de imágenes sagradas, poniendo fin a las largas luchas que tal cuestión había suscitado.

Entre los principales centros de pintura de iconos, el principal fue Creta, cuya escuela data de la época en que numerosos artistas, huyendo de los conquistadores turcos, llegaron a la isla, que, por aquel entonces, pertenecía a Venecia. Esta relación con la ciudad de las lagunas propició numerosos contactos que propiciaron una rápida influencia de elementos naturalistas occidentales. Entre los muchos artistas cretenses, conocidos hoy porque databan y firmaban sus obras, destaca El Greco, quien pintó iconos en Creta antes de que Tiziano lo introdujese en Venecia a la pintura occidental.

Todo ello, sin olvidar la influencia bizantina en occidente, cuyas relaciones comerciales cotidianas permiten mantener el ascendente de los emperadores de Constantinopla, por ejemplo, en la italiana Rávena. No es el único caso, pues la civilización bizantina había llegado a un grado de madurez tan considerable que los príncipes normandos, cuando conquistaban un país, no lo destruían. Así, en Sicilia, en el siglo XII, los bizantinos decoran con mosaicos la Capilla Palatina de Palermo, Santa María de Matal y el mismo San Marcos, que, aunque comenzado en el siglo X, se puede considerar como una iglesia griega, tanto por la decoración como por la construcción.

En cualquier caso, a pesar de las grandes particularidades regionales, la historia de los iconos se caracteriza por el hecho de que los tipos de imágenes, una vez hallados, pueden ser seguidos en su rastro durante largas distancias en el tiempo y en el espacio, ningún icono está pintado de la misma manera. Diferencias de matiz, unos más acusados que otros, más fuertes o más finos, confieren a cada imagen su encanto especial, que ofrece la firma del pintor o la concepción de la escuela de pintura. El escrúpulo profesional y la riqueza de los conocimientos en la manipulación de las herramientas artesanales, dos cualidades esforzadas aún más por el respeto al tema tratado, permitían a los grandes maestros de la pintura de iconos crear tesoros de un valor eterno.

Valor que, en España, ni siquiera se ve disminuido por la larga presencia del mundo musulmán. Más bien al contrario, pues el alma árabe, durante el transcurso de la Edad Media, llena de vitalidad y deseo de aprender, de saber, de descubrir. Lejos de rechazar a la civilización griega, se inspiran en ella, y, aprovechando la proximidad de Bizancio, lo aprovechan para la decoración de sus edificios. Así, Abderramán I solicitará del emperador griego mosaicos para el templo de Córdoba y, en el siglo X, llegarán desde Bizancio diversos elementos para el palacio de Medina Azahara.

Silvia Borisowa
Silvia Borisowa descubrió su vocación en Sofía, donde nació el 1 de julio de 1966. Allí, “sin educación religiosa”, el esplendor pictórico de los templos búlgaros, despertó su pasión por los iconos. “En Bulgaria, los interiores de las iglesias están llenos de frescos y tablas pintadas. De pequeña, eso me captaba mucho”, explica Borisowa, quien, tras ganar un concurso de dibujo a los diez años, se atrevió, con diecisiete, a pintar su primer icono. La prueba, no demasiado buena, llevó a sus padres a animarla a aprender el oficio en la Escuela Superior de Artes Decorativas y en la de Bellas Artes. Lo aprendido le valió una invitación, con diecinueve años, para hacer un fresco en la iglesia de Neguchevo.

A los 23 años, llegó a España, donde sus bocetos llamaron la atención del párroco de Buitrago de Lozoya, que le encargó un pantocrátor ruso que figuraba en un calendario. “En una semana, pinté la imagen sobre una tabla y le gustó tanto que me propuso pintar unas imágenes en la iglesia de Buitrago”, recuerda Silvia. El templo tiene elementos góticos, románicos y un artesonado mudéjar, pero “los muros estaban muy desnudos, muy fríos” y dibujó dos imágenes de 1,80 metros de altura (la virgen con el niño y un pantocrátor) en el cuerpo central. “Fue un pequeña prueba, pero quedo bastante bien y me encargo dos dípticos, un tríptico y una capilla que estaba convertida en almacén”. Aquello, la dio a conocer y empezó a dar clases de dibujo artístico en un colegio.

Para Borissowa, “es una vocación de infancia, de algo que, en Bulgaria, se vive en el ambiente. Debería estar olvidado, pues, antiguamente, se pintaban para acercar al pueblo la forma bíblica”. Ahora, “creo mis propios iconos, aunque me limita el significado de los colores y las figuras son estáticas, serias, a veces, demasiado tristes, pues, cuando se crearon, debía haber bastante tristeza”. Silvia domina una técnica muy antigua: “preparo mi propia pintura con pigmentos y óxidos.. La tabla se prepara con yeso, yema de huevo, cola… Recetas antiguas. Doy doce capas con mucho mimo para no agrietar la tabla. Antes, usaba pino, pero es un ser vivo que se mueve mucho, y precisa otro tratamiento. Hago el dibujo y doy los diferentes pigmentos. Los iconos no necesitan marco. La pieza es entera, sin añadidos, aunque, se pueden poner elementos tallados alrededor. Pero el icono debe ser sólo la madera con la imagen, pues ya es suficientemente fuerte como para poner otros elementos”.

Datos prácticos: yantar y pernoctar en Buitrago de Lozoya

Hotel La Beltraneja (En Buitrago de Lozoya) Este acogedor hotel, que ocupa un edificio de piedra, está en una ciudad amurallada de la Edad Media, a 3 minutos a pie del castillo de Buitrago del Lozoya, que data del siglo XV, y a 1 km de la autovía A ‑ 1. Las habitaciones, acogedoras y vistosas, cuentan con techo de vigas de madera o paredes de piedra vista, minibar, smart TV y caja fuerte. Las suites incluyen sofá o balcón. El hotel sirve desayuno en un acogedor comedor compartido y dispone de biblioteca. La Beltraneja, un alojamiento sorprendente de planta irregular, en el que puedes encontrar un baño excavado en una torre o compartir el cabecero de la cama con la muralla, el adarve o la barbacana. Calle del Arco, 10, 28730 Buitrago del Lozoya, Tel.: (+34) 918 68 03 31.

Hostal Restaurante Madrid París (En Buitrago de Lozoya) En Hostal Madrid Paris ofrecen 4 de diferentes categorías de precios: triple, doble – 2 camas, doble, familiar. El lugar de alojamiento dispone de tales instalaciones como escritorio, artículos de aseo gratis, tv de pantalla plana. Desde las ventanas de algunas habitaciones hay una vista estupenda a la montaña, vistas a la ciudad.Av. de Madrid, 37, 28730 Buitrago del Lozoya. Asados castellanos y comida española en un local con comedor de mesa y mantel con chimenea y amplia terraza. Tel.: (+34) 918 68 11 26.

Bar-Restaurante el Espolón (En Buitrago de Lozoya) Somos Serranos de teta y de pura cepa y nos encantan los platos tradicionales de nuestra Sierra. Con algunas incorporaciones y nuestros toque personal, pero todo basado en la tradición, en la materia prima sin igual. En las enseñanzas y sentir de nuestros Mayores, que una generación tras otra, nos han dejado un legado de saber y experiencia, que no tiene mayor misterio que…poner el corazón en cada Plato, en cada sofrito, en hacer un huevo frito si es menester. Pero que quede constancia de ese cariño de esa devoción, en cada sorbo en cada bocado, para que no solo el cuerpo sino que el alma se queden extasiados. C. Real, 60, 28730 Buitrago del Lozoya. Tel.: (+34) 918 681 449.

Asador Restaurante Las Murallas (En Buitrago de Lozoya) Especialidad en cordero lechal asado en horno de leña y carnes rojas de la sierra norte de Madrid. Tel.: (+34) 91 686 04 84.


 

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