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Sendas por lugares de frontera

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Los Duques de Cardona fueron conocidos en tierras de frontera por muchos hechos históricos y valerosos. Sin embargo, lo que realmente perdura de la historia, es que este ducado sufrió la famosa batalla de Lepanto. Esto ha dado lugar a varias sendas.

Entre cristalinas torrenteras y fuentes de agua fresca, el cauce del río Aigua D’Ora se dirige hacia Sorba. Allí se encuentra la ermita de Sant Miquel y un alto camino que permite compartir las reliquias de Sant Eudald.

Si seguimos la orilla del río, encontramos la senda que lleva a San Pere de Graudescaldes, encontrando, unos kilómetros más abajo, el Molino de Can Guirré. Este es el único que todavía funciona en la comarca y muele pienso para las granjas cercanas.

Joan, a sus más de ochenta años, enseña al visitante las piedras de molienda y la vieja noria que hacía servir en el aserradero y que hoy es solo una pieza de museo.

Lo mejor de las sendas

El Pla de Busa tiene un mirador digno del paseo que se debe realizar para llegar a la famosa Preso. Esta atalaya natural fue utilizada durante la Guerra de la Independencia como prisión natural. Esto se debió a que solo era accesible por una rampa que, posteriormente, los soldados retiraban.

Una vez dejado Busa se alcanza la iglesia de Sant Sadurni y, un poco más allá, el castillo de Besora. Desde fuera, se divisa la línea del río Cardener y la sierra del Juncar huyendo entre pinares y encinares.

En Olius se citan, como contraste, la hermosa iglesia de San Esteban y un cementerio modernista de extraña apariencia. El templo se levantó hacia el año 985 y, de la primera construcción, apenas queda parte de las columnas de la cripta.

Por otro lado, el pantano de Sant Ponç recoge las aguas del Cardener para distribuirlas por la zona. Pasada la presa, el siguiente hito se encuentra en el complejo esplendor de la iglesia-monasterio de El Miracle. De ella, tan solo quedan algunas columnas en pie.

Abandonando la iglesia, se regresa entre pinares y retamas a los parajes de la ciudad de Cardona. Aquí no es difícil tropezar con los gigantes que, año tras año, celebran los festejos de los barrios. Casi tan similar a cuando el duque autorizaba a sus discípulos a celebrar fiestas en su honor.

La sagrada tierra de los Duques de Cardona

A Cardona llegaron sus habitantes en oleadas desde Andalucía y Extremadura, enviados unos y buscando un mejor porvenir otros. Todo comenzó a principios del siglo XX, con la explotación de la mina de sal. De ahí se exportaba a medio mundo, lo que llevó a crear dos nuevas montañas en la ciudad, aunque tan solo queda en pie la maquinaria del pozo Alejandra.

Al traspasar la entrada, asaltan la vista los blancos colores de la sal derramándose por las paredes y descolgándose desde el techo. La nave central de la galería semeja un escenario donde luz y color luchan por maravillar al forastero. Una escalera cuidadosamente abandonada, un foco colocado para resaltar salados destellos del húmedo aliento de la montaña y centenares de estalactitas y estalagmitas. Todo ello es parte del atractivo de Minilla, que se completa con el antiguo filón de sal que dio vida a la comarca.

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