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Miniaventura en el Sampo

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Cuando llegué a la pequeña ciudad de Kemi después de algunas horas volando desde Madrid, vía Helsinki, lo primero que hice fue buscar un hotel donde poder pasar la noche. Desde allí, comencé a organizar un recorrido por esas hermosas tierras de la Laponia finlandesa. Desde ahí, solo quedaba contactar con la oficina de Sampo.

Tras contactar con la oficina de Sampo, me dijeron que la intención era poder hacerlo dentro de un par de días ya que el tiempo no era muy bueno en aquel momento por lo que habría que esperar un poco. Les di el nombre de mi hotel y les dije que estaríamos en contacto. Me despedí y regrese para poder descansar antes de comenzar la aventura que había ido a experimentar. A la mañana siguiente, sobre las 8:30, me llamaron al hotel desde la oficina del Sampo para comunicarme que tenían previsto realizar una salida ese día a media mañana pues al parecer la noche anterior había cambiado la climatología.

Como sabían que estaba muy interesado en navegar en el Sampo, me ofrecieron la posibilidad de acompañarles en dicha aventura aunque me pidieron que estuviera antes de las 12 de la mañana. Desayuné rápidamente y preparé el equipo necesario para tal evento. Al finalizar me fui corriendo a sus oficinas. Hablé con algunas personas sobre el recorrido a seguir y de lo que iba a poder ver durante aquel día.

A bordo de Sampo

Una vez a bordo del Sampo me dirigí al capitán del rompehielos. Allí Sukanen, para presentarme y explicarle cual era mi interés en aquel viaje, quien me explicó que navegar por un mar helado, a 20 o 30 grados bajo cero, y romper el hielo en grandes bloques, algunos de más de un metro de espesor, era toda una experiencia realizable solo en algunos lugares de la Tierra.

También me dijo que tras muchos años abriendo rutas por el océano Ártico, ese viejo navío había decidió un buen día pedir la jubilación por anticipado, aunque hoy día hace lo mismo con algunos turistas abordo. Me comentó además que se trataba de un barco muy singular, con 75 metros de longitud por 18 de anchura, y que era único en su género. El Sampo realiza todos los años, entre diciembre y mediados de abril, una serie de pequeños cruceros por el norte del golfo de Botnia.

Sale del pequeño puerto de Ajos, donde habitualmente permanece anclado, recorre varias millas marinas por la costa finlandesa, llegando en ocasiones a las costas de la vecina Suecia, y regresa a puerto para descansar. El característico color negro de este buque hace que se reconozca a muchos kilómetros de distancia, y no ha cambiado de aspecto desde el día de su botadura.

¿Quién participa en estas experiencias de Sampo?

Me comentó que miles de personas se desplazan hasta este rincón del norte de Europa para navegar por eliminar helado de Botnia y tener pequeñas experiencias en medio del golfo. Durante la travesía pude comprobar cómo sus potentes motores, de más de 8.000 caballos, abrían un camino en el hielo sin el mayor esfuerzo dejando una estela helada de varios cientos de metros tras él. Además, el barco estaba equipado con toda clase de instrumentos modernos, aunque su maquinaria se había quedado un poco anticuada. Pero como se suele decir: “hasta que el cuerpo aguante”, y que la distancia recorrida por el rompehielos durante sus años de vida era lo mismo que si se hubiera dado diez veces la vuelta al mundo. En aquel preciso momento deduje que se había movido lo suyo el rompehielos.

Después de aquella pequeña conversación, y cuando el Sampo llevaba recorridas bastantes millas, hizo una breve parada en mitad del golfo con una doble intención. Por una parte, encontrarnos con la gente que al principio prefirió hacer el trayecto en moto de nieve atravesando el mar helado desde el mismo lugar del que habíamos partido, y por otra, para que aquellos que se considerasen más osados pudieran tener una helada experiencia en el mencionado mar.

Y, sin más preámbulo, el capital invita a todos los participantes a tal aventura y recomienda que bajemos para ponernos un grueso traje de neopreno de color rojo. Todo un invento que permite que flotemos sobre el agua helada gracias a su grosos, manteniendo una temperatura interior de casi 18º C durante varios días. Claro que mi propósito no era estar todo ese tiempo en remojo, sino darme un chapuzón para tener otra experiencia y de esa manera poder contárselo algún día a mis nietos.

Un buen baño

El famoso baño al que me refiero se realiza en un agujero que resulta al horadar la capa de hielo de dicho mar con la proa del barco, llegando a conseguir bloques de hasta un metro de espesor. He de decir que la experiencia fue ciertamente singular, aunque muchas de las risas tuvieran un punto de nerviosismo en algún momento. Una vez finalizada aquella fría experiencia tomamos la sauna acompañada de una cerveza y perritos calientes como premio a aquella odisea

Y, al final del viaje, ya de regreso al puerto de Kemi, nos esperaba otra sorpresa que fue entregada por el propio capitán del Sampo: Se trató de un diploma con mi nombre y firmado por el propio capitán del rompehielos en el que se acreditaba que me había bañado en pleno golfo de Botnia durante uno de los meses más fríos de aquel tórrido invierno.

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