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Miguel Ángel Almodóvar

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Licenciado en sociología y especializado en historia, en 1973 entró en el CSIC y empezó a hacer divulgación científica, especialmente sobre nutrición, lo que junto a su pasión por la historia le llevo irremediablemente a interesarse por la gastronomía. Hace suya la frase de Josep Plà ‘un país es un paisaje reflejado en la cazuela’ y afirma que la historia de España es una historia del hambre, ‘por eso hemos desarrollado la mejor gastronomía del mundo’. Su último libro, ‘Yantares de cuando la electricidad acabó con las mulas ’(Nowtilus, 2009), es un recorrido por la historia, la evolución tecnológica y la gastronomía de España desde mediados del XIX hasta 1931.

 

Por Luis Linares

 

¿Te resultó muy difícil componer un texto en el que se dan cita la historia, la gastronomía, la ciencia y las numerosas anécdotas que llenan de humor los distintos capítulos?
Miguel Ángel Almodóvar: La verdad es que no, pero te voy a decir que no tanto por mi habilidad como escritor, sino por el inmenso interés que tiene en todos los sentidos la época de España sobre la que escribo. El cambio que hubo aquí entre 1843 y 1931 fue brutal, nos desarrollamos más en esos años que en los 10 siglos anteriores. De no ser por nuestro proverbial cainismo y por el tremendo atraso que arrastrábamos, España podría haberse puesto a la cabeza del mundo. ¿Cómo es posible que el submarino de Isaac Peral, después de 22 pruebas exitosas, se fuera al garete? La respuesta está en nuestro carácter como pueblo. Un periodo en el que se da la experiencia fallida de la 1ª República, con la electricidad cambiando todos los paisajes y las formas de vida en las casas, pues al haber una bombilla en cada habitación las familias ya no están obligadas a convivir a todas horas en el salón. Al mismo tiempo cambia la forma de comer, que ya no es sólo alimentarse, sino algo cada vez más refinado, aparecen los restaurantes con carta, los hoteles… Una época sin duda fascinante.

 

¿Cuáles son tus proyectos más inmediatos?
Miguel Ángel Almodóvar: Estoy embarcado en un nuevo libro en el que pretendo ligar platos gastronómicos con personajes importantes de la historia. Por ejemplo el pollo a la marengo, el único plato francés que lleva aceite de oliva, con Napoleón, o el cerdo con nabos y su importancia en los descubrimientos de Galileo Galilei. También, a mediados de abril, voy a realizar un homenaje gastronómico a uno de los personajes más interesantes de la historia de España, el general Prim.

 

Tú has trabajado en periódicos, televisión y radio, y además escribes libros. ¿Qué medio prefieres, en cuál te sientes más cómodo?
Miguel Ángel Almodóvar: Ahora mismo prefiero la prensa escrita, aunque me gusta mucho la radio. La televisión ni me gusta ni me disgusta, simplemente ha muerto, así que no me atrae mucho trabajar en una cosa que no existe. Su única misión es entretener a un público cada vez más envejecido, pero sin ofrecer ni el más mínimo espacio para que el espectador reflexione de manera crítica.

‘Siempre me fascinó el Budapest anterior a la caída del Telón de Acero’

 

Háblame de algún viaje que recuerdes con mucho cariño.
Miguel Ángel Almodóvar: Siempre me fascinó el Budapest anterior a la caída del Telón de Acero. Era una ciudad excepcionalmente hermosa. También recuerdo un viaje extraordinario a Australia, pero si quieres que te diga la verdad, he visitado tantos lugares maravillosos, EEUU, donde estuve viviendo por temporadas hace años, Caracas, Bogotá… Damasco también es una ciudad que me enamoró, con una gastronomía interesantísima, quizá la que más se aproxime verdaderamente a lo que se ha venido a llamar dieta mediterránea. Recuerdo también mis viajes a Filadelfia, donde conocí a los padres de Grace Kelly.

 

Recomienda a nuestros lectores algunos restaurantes que merezca la pena visitar.
Miguel Ángel Almodóvar: A mí los restaurantes me tienen que decir algo más, aparte de la oferta gastronómica. El primero que me viene a la cabeza es el Café Pamplona, en Boston. Sigue ofreciendo gazpacho y tortilla de patatas como hacía su fundadora, Josefina Yanguas, que, siendo semianalfabeta, emigró a EEUU para trabajar como asistenta en las casas de los profesores republicanos exiliados que enseñaban en el MIT, y a la que arregló los papeles de residente un joven abogado llamado John Fitzgerald Kennedy, que luego se hizo muy conocido (risas). Es un local que se hizo famoso entre los miembros más destacados de los movimientos contraculturales norteamericanos, lo visitaba gente como Joan Baez, en fin, toda una institución. Casa Leopoldo, en Barcelona, lugar muy visitado por alguien a quien admiro profundamente, el detective Carvalho –y su álter ego, Vázquez Montalbán- . También me gustaba mucho El Chiscón (ya desaparecido), en Madrid, un lugar donde el jefe de sala sigue controlando los tiempos, y no el chef, cosa que me parece un tremendo error.


 

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