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Los cabos sueltos del Nutri-Score

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Corría el 2016 y en Francia se debatía la elección de un etiquetado nutricional para productos alimenticios dividía a los franceses. Cuatro propuestas estaban en carrera y en medio de críticas cruzadas sobre posibles conflictos de interés e injerencia de lobbys, la elección del modelo se definió a través de un experimento. El Ministerio de Sanidad francés puso a prueba las cuatro etiquetas durante 10 semanas en alrededor de 40 supermercados ubicados en 4 regiones del país. El sistema 5-C, hoy conocido como el Nutri-Score, se coronó como ganador. Así comienza la historia del polémico etiquetado Nutri-Score que hoy causa una gran preocupación a lo largo de la Unión Europea (UE). 

Nutri-Score
Nutri-Score

Con el etiquetado francés, los alimentos quedan reducidos a cinco categorías que quedan plasmadas en un logo de 5 colores del rojo al verde y 5 letras de la ‘A’ a la ‘E’. La primera letra indica que el producto es de mejor calidad nutricional y la clasificación ‘E’ es para aquellos productos de peor calidad nutricional. La clasificación para cada producto queda librada al funcionamiento de un algoritmo que calcula la cantidad de componentes en base a 100 g o 100 ml de producto. Aquí radica la clave del problema con este etiquetado. 

La elección de la etiqueta NutriScore en Francia no llegó sin críticas. El documento publicado por el Ministerio de Salud francés con los resultados del experimento que dio como ganador al etiquetado NutriScore, deja entrever las inquietudes que existían en ese entonces con respecto al sistema. Uno de los argumentos apunta a que el ganador del experimento habría recibido mayor cobertura mediática desde 2015, lo que podría haber condicionado la elección de los consumidores debido a que éste sistema les resultaba más familiar que el resto. Algo que tiene sentido si se observa el activismo de los desarrolladores del sistema, tanto en medios de comunicación, como hoy en día a través de sus redes sociales, a la hora de promocionar el etiquetado. 

Otro punto que preocupaba a los responsables del Ministerio de la Salud francés era la conformidad del sistema NutriScore con los artículos 35 y 36 del Reglamento (UE) Nº 1169/2011 sobre la Información alimentaria facilitada al consumidor. Según reza el documento, la principal cuestión jurídica a dilucidar era si el NutriScore, al ser una representación gráfica, estaría o no amparado por el artículo 35 del Reglamento que estipula las condiciones con respecto a las formas de expresión y la presentación de la información nutricional. 

Desde entonces, los argumentos en contra del etiquetado se han ido multiplicando a la par que lo han hecho sus constantes actualizaciones para intentar “mejorar” el sistema. 

Según han revelado expertos, el algoritmo del Nutri-Score no está ajeno a la manipulación por parte de los fabricantes de alimentos que ya han encontrado la forma de mejorar la puntuación de sus productos, sin tener que mejorar la calidad nutricional de los mismos. Esto explica por qué, gigantes de la comida rápida o ciertos fabricantes de productos malsanos apoyan y promocionan activamente este modelo de etiquetado y abogan a favor de su adopción a nivel europeo. 

En resumidas cuentas, la clasificación de un sinfín de productos queda reducida al funcionamiento de un algoritmo poco fiable. Esto debido a la cantidad de actualizaciones que ha atravesado este algoritmo. Por supuesto, los desarrolladores del sistema utilizan cada una de ellas como una excusa para promocionar el sistema y decir que ahora sí, se trata de un sistema mejorado. 

Como si se pudiera hacer borrón y cuenta nueva cuando el sistema ya ha perjudicando la reputación de productos tradicionales españoles como el aceite de oliva, el jamón ibérico, el queso manchego, entre tantos otros. ¿Quién se hará cargo del daño causado a la imagen del aceite de oliva que durante meses el aceite de oliva llevó una etiqueta NutriScore D? O acaso los desarrolladores del sistema no han pensado en el efecto penalizador que esta clasificación ha tenido para el oro líquido español. Son los propios responsables del funcionamiento del algoritmo del NutriScore los que han decidido otorgarle el boleto dorado al aceite de oliva para que salte del casillero y logre obtener una C, algo que por supuesto, no resuelve el problema. Principalmente porque demuestra que el sistema no es independiente a las presiones de ningún sector. Segundo, porque hace dudar de la consistencia del sistema 

Queda claro entonces que lejos de ayudar  a los consumidores, las constantes actualizaciones del NutriScore causan confusión y desconfianza en el etiquetado. Además, como bien lo ha explicado Javier Sánchez Perona, Científico Titular del CSIC y Profesor Asociado de la Universidad Pablo de Olavide, Instituto de la Grasa (IG-CSIC), “Nutri-Score sigue manteniendo algunos de sus defectos más importantes y por los que ha recibido mayores críticas”. Como lo señala Sánchez Perona, “es posible que los cambios generen mayor confusión, ya que incluye un nuevo algoritmo, fórmulas matemáticas, cambios en las puntuaciones y más excepciones”. 

Todo ello pone en evidencia que el sistema está lejos de ser perfecto. Algo que, de todas formas, era una obviedad para muchos, ya que un etiquetado que marca al aceite de oliva con una D roja como un producto poco saludable, jamás podría ser considerado como un sistema perfecto. 

Mientras la Comisión Europea busca unir a los Estados miembros a través de un único etiquetado armonizado, lejos de unir a los europeos, el etiquetado NutriScore no hace más que dividirlos. Razón por la cual, el proyecto de etiquetado nutricional sigue estancado. Viendo el historial de polémicas que acarrea este sistema, retrasar la decisión hasta que se presenten y analicen propuestas alternativas con base científica, es la mejor opción para garantizar que los derechos de los consumidores europeos sean respetados. 


 

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