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Comarca Oscos – Eo, agua, hierro y fuego

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La historia de la comarca de Los Oscos – Eo está íntimamente relacionada con la producción y elaboración del hierro. La evolución de un buen número de ferrerías marcaron el antes y el después de una comarca que fue incapaz de adaptarse y competir con las nuevas formas de producción de las grandes industrias. Acaso por ello, los que han regresado a Los Oscos – Eo dicen que hasta hace poco más de veinte años la comarca permanecía sumida en el siglo XIX.

 

Es fácil apuntar que Los Oscos –Santa Eulalia de Oscos, San Martín y Villanueva de Oscos, fundamentalmente– han estado anclados en el siglo XIX y que sólo en los últimos siete años han realizado un esfuerzo por revivir. La comarca ofrece múltiples contrapuntos, destacando el una naturaleza prácticamente intocada y las poblaciones semiabandonadas (Caraduxe, Ferreirela, As Caixas…) donde sobreviven uno o dos vecinos de rostros curtidos, surcados por las arrugas de más de setenta años y por la vida al pie del monte, junto con unas gallinas y alguna vaca.

Son gentes cuyos orígenes se confunden con los de estos parajes asturianos próximos a Lugo, perdidos en los límites septentrionales de Asturias. Región que relegó al olvido a esta zona y obligó a sus vecinos a abandonar sus casas de pizarra. Las mismas que, hoy, surgen, como setas, entre la abundante vegetación, con techos hundidos y ventanas vacías. Aunque no siempre haya sido así.

Agua, fuego y hierro hicieron próspero un pasado en el que las hábiles manos de los ferreros moldeaban cazos y sartenes, arados y azadones, palas y picos, tenazas y herraduras. Sólo las nuevas formas de producción y las siderurgias levantadas en Euskadi relegaron la industria de Los Oscos y devolvió la mirada de sus habitantes a la tierra y… al destierro.

Tiempos prósperos que se detuvieron al mismo tiempo que los relojes de Juan Antonio Fernández Lombardero, iniciador de una industria cerrajera y relojera y de una dinastía que nació en 1705 en Santa Eulalia de Pipín. Asentados en Los Oscos, los Lombardero fabricaron relojes siguiendo las técnicas inglesas de la época, respuesta de Juan Antonio ante la fascinación que, en su infancia, le proporcionaron los ingenios traídos por los marinos ingleses al puerto de Ribadeo. Sin embargo, los relojes y la saga sólo llegó hasta su nieto, Francisco Antonio, quien falleció en 1835 y del que se cuenta que logró inventar un caballo mecánico que iba solo a misa y que diseñó, mano a mano con su abuelo, unos famosos ingenios para volar. De todo ello, apenas resta la arruinada vivienda-fábrica de la familia.

 

Comarca Oscos Eo
Comarca Oscos Eo

 

Pero no todo es melancolía en la comarca de Los Oscos – Eo. Nuevos tiempos y nuevas necesidades parecen capaces de revitalizar una comarca cuya historia enraíza en la noche de los tiempos. Allá, cuando la tribu celta de los albiones ya buscó el ansiado y abundante mineral de hierro y el estaño. Fueron los primeros en descubrir que el clima de esta zona se beneficia de una singular ubicación. De hecho, la comarca ocupa un amplio valle cuya altura va desde los quinientos a los mil metros y que se encuentra rodeado por las más elevadas cimas de la sierra de Bobia, montañas que la protegen de temperaturas extremas y proporcionan precipitaciones justas, no exentas de heladas.

Unos y otros facilitaron el asentamiento de los albiones entre los rios Navia y Eo y una amplia biodiversidad, en la cual destaca, particularmente, el oso pardo, glotón animal que obligó a levantar cortines y corripias. Las primeras son singulares construcciones de pizarra, en forma ovalada adaptadas al desnivel del terreno para proteger los colmenares. Las segundas, construidas en piedra y circulares con una puerta de madera, se ubican en los castañeiros para guardar las castañas recolectadas.

El oso desapareció hace tiempo, pero aún caminan por estos montes lobos, ciervos, gamos, liebres, jabalíes, armiños, tejones y gatos monteses. De todos ellos, se dejaron domesticar el conocido caballo asturcón, de cuyas grandes manadas salvajes ahora restan pequeños grupos de ocho o diez caballos, mientras surcan los cielos águilas, buitres, azores, halcones, búhos y lechuzas.

Junto a ellos, sobrevivieron diferentes tribus, identificadas como albiones, ligures, ambrones o pésicos. Todos ellos, dejaron huellas de su presencia, surgiendo aquí y allá, castros, sepulcros y viejas explotaciones hierro y plomo a flor de tierra, candiles, punterolas, barras de cobre… Los minerales marcaron el origen de la comarca y dieron nombre a muchos pueblos. Pero, aún así, la historia se diluye en sombras hasta, prácticamente, el siglo III después de Cristo.

 

La Ría del Eo
Pero la comarca de Los Oscos – Eo no sólo cuenta con los concejos ya citados, sino que sus tierras se extienden a lo largo de las orillas de la Ría del Eo. Esta ofrece una salida natural al mar, además de ser límite natural entre Galicia y Asturias y constituirse como un espacio natural de los más representativos del norte peninsular. Poblaciones como Figueras, Castropol, Vegadeo y Ribadeo comparten este brazo de mar junto a suaves colinas, prados, pinares y eucaliptos. En sus calles se saborea gusto a mar, orgullo compartido por todos los pueblos marineros de la costa cantábrica.

La extensa llanura que forma la ría del Eo entre mareas es uno de los principales lugares de invernada escogidos por infinidad de aves acuáticas migratorias provenientes de toda Europa. Destacan, entre éstas, el chorlito gris, la aguja colipinta y otras especies propias de zonas ribereñas capaces de aprovechar los abundantes bancos de arena que se cubren y descubren con los ciclos de la marea. El Eo es también uno de los mejores ríos salmoneros de España.

Llegando desde la costa gallega, tanto si se atraviesa el puente que cruza la ría como si se opta por rodearla por Vegadeo, las bellas panorámicas se suceden anunciando un atractivo recorrido entre el mar y la baja montaña. Es imprescindible visitar los pequeños pueblos de pescadores, que, aunque carentes de monumentos artísticos de renombre, ofrecen particularidades propias de la estampa que presenta la ría.

Vegadeo disfrutó mejores épocas cuando era lugar de paso obligado ente Galicia y Asturias. La comarca aún conserva antiguas muestras arquitectónicas, fechadas en el siglo XVIII, como el palacio de Meredo, la Casa de Lastra, en Vijande; Casa Rego y Casa Corredoira, en Piantón; y Casa Villamil, Casa de El Campo, palacio de Valledor y Casa de Parga en La Villa.

En contraposición, en la margen asturiana, se alza Castropol. La que fue Junta del Principado en los lejanos tiempos de la Guerra de la Independencia ocupa una amplia atalaya. Acaso por ello, Castropol ofrece muy distintas perspectivas según desde donde se divise: aislada entre las aguas de la ría; con el mar de fondo; a los pies de las montañas del interior asturiano o entre los verdes prados y pinares de los alrededores. Y, por dentro, sus calles y edificios se colorean con una increíble variedad cromática, en la que se alterna ocres, grises, verdes y blancos bajo un sobrecogedor silencio.

Desde Castropol es inevitable acercarse a Figueras. Los astilleros aún albergan cierta actividad. Figueras fue coto y ayuntamiento independiente a principios del siglo XIX.

 

 

A medio camino entre Castropol y Figueras ha crecido Barres, lugar de casonas solariegas, entre las que destacan las de los Barres-Villamil y el palacio de las Torres de Donlebún, cuna de Sancho Pardo, marino y gobernador de Cuba y feroz enemigo de los corsarios Drake y Hawkins. No desmerecen una visita la iglesia dedicada a San Esteban que fue hospital de peregrinos, el pequeño puerto presidido por el antiguo palacio de los Pardo Donlebún, hoy perteneciente a los Condes de Trenor; la ermita de la Atalaya, de indudable tradición marinera; y el Palacete de Granda, obra modernista de un discípulo de Gaudí, convertido hoy en un hotel. Cerca, las playas de Peñarronda y Arnao ofrecen reposo al cuerpo y al ánimo.

 

El litoral
No obstante, y a pesar de la principalidad de las poblaciones ya descritas, el litoral cuenta con varias interesantes parroquias como San Juan de Moldes, Piñera y Tol. En Lantoria, está la jacobea ermita de La Silvalla, escenario de una renombrada romería.

Tras Vilavedelle, surge Seares donde la casa de La Searila cuenta una romántica leyenda. Según se dice, a principios del pasado siglo, estos lugares vieron con complacencia el amor entre María Rosa Pérez, La Searila, hermosa joven que vivía en Seares, y un galán de Piantón del concejo de Vegadeo, de nombre Antonio Cuervo. Tras un romance no exento de complicaciones, se casaron en secreto en 1835 y, un año después, el hombre fue nombrado Gobernador Civil de A Coruña. A pesar de todo, ella quedó embarazada y, desgraciadamente, problemas en el parto condujeron a María Rosa a la muerte. Enterado de la triste noticia, su marido reventó varios caballos intentando llegar a Seares desde A Coruña lo más rápido posible, pero, al alcanzar su destino, se encontró con su amada ya enterrada. El abrió la tumba, cogiendo una flor y un mechón de los cabellos de ella y escribiendo, posteriormente, uno de los más bellos poemas del romanticismo español. Antonio Cuervo paseó tristeza, soledad y negro luto hasta su muerte, ya viejo, por los mismos lugares por donde había vivido su amor. Dicen que, años más tarde, cuando su cadáver fue removido en la tumba, en el forro de la vieja capa negra que utilizaron de mortaja, se escondía la flor reseca y los cabellos de su amada Searila.

La leyenda no debe impedir continuar hacia Presno y Sestelo, pueblo con una casona del siglo XIX; Balmonte y Villarín, de donde parte un camino que conduce, a pie, a la Cascada del Cioyo.

 

Gastronomía de la Comarca Oscos – Eo
Ensaladas de jamón, chorizo casero, queso de tetilla, arroz con leche o requesón son algunos de los productos más sabrosos. Destaca el cocido asturiano, elaborado con cabeza de cerdo, garbanzos, berza, patatas, chorizo y morcilla. Para desayunar, son inevitables los freixolos. No falta ni el vino ni la sidra.

 

Cómo llegar a la Comarca Oscos – Eo
Para llegar a Los Oscos desde el interior, hay que llegar a la localidad gallega de Baralla por la N-VI, donde hay que coger la carretera LU-710. El trayecto lleva a la carretera C-630, cerca de Cádabo. Tras desviarse hacia esta localidad, se debe continuar camino hasta Fonsagrada, donde un nuevo desvío por la LU-740 lleva a Vilardiaz. Aquí, la carretera AS-33 llega hasta la comarca asturiana.

Por la costa, se debe llegar al municipio de Ribadeo, donde la N-640 lleva a Vegadeo. Luego, la AS-11 supera el puerto de La Garganta, donde comienzan Los Oscos.

 

Datos prácticos

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