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Vinos de La Mancha

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La zona de producción de la Denominación de Origen de Vino La Mancha, sin duda la más extensa del mundo, se refiere a una gran superficie situada al suroeste de la meseta central y que comprende parte de las provincias de Albacete, Ciudad Real, Cuenca y Toledo. Aproximadamente, ocupa unas 188.000 hectáreas de tierra cuyo suelo corresponde al mioceno y al triásico. Una escasa pluviometría, inferior a los cuatrocientos litros anuales por metro cuadrado, y un clima continental extremado ofrece a los viñedos productores es esta denominación unas características muy determinadas.

Los antiguos vinos de La Mancha, aquéllos de fama poco gratificante que adquirían a granel otras denominaciones y era puesto en el mercado sin referencia alguna, nada tienen que ver con los que se elaboran en la actualidad bajo la Denominación de Origen. La puesta en marcha del Consejo Regulador significó el inicio de una andadura que pretendía dignificar un producto tan peculiar como desconocido por el consumidor. Perseguir claramente tal objetivo, la valiente apuesta de la administración regional por apoyar decididamente esta industria y el esfuerzo de los productores manchegos para acondicionar tecnológicamente su industria han sido, en gran parte, los factores que han permitido que el vino de La Mancha alcance, en la actualidad, altas cotas de penetración en el mercado nacional e internacional y galardones en muchos de los más prestigiosos concursos nacionales e internacionales

Viejos vinos para beber, viejos leños para quemar, viejos libros para leer, viejos amigos para confiar

En esta denominación, se producen vinos blancos, rosados, tintos y espumosos. Los vinos manchegos blancos se elaboran con uva de los tipos airen, pardilla, viura o macabeo, chardonnays y sauvignon blanco, mientras que para los tintos se utilizan los tipos cencibel o tempranillo, garnacha, cabernet sauvignon, moravia y merlot. No obstante, las más usuales son la blanca airen y la tinta cencibel. La graduación media es de diez por ciento a catorce por ciento en blancos y rosados; y de once por ciento a quince por ciento en tintos, si bien, en su mayor parte, se sitúan todas las clases entre los doce y los trece grados, mientras que los espumosos oscilan entre los diez y los trece grados.

Hacía un sólido futuro

Los actuales caldos manchegos se presentan de muy diferentes modos. La aplicación de Vino Nuevo se da a los vinos blancos, rosados y tintos que son embotellados nueve meses después de su elaboración. La titulación de Cosecha o Vendimia lo reciben los vinos que han sido elaborados en el año que se indica en la etiqueta, mientras que Crianza, Reserva y Gran Reserva identifica a aquellos que han sido sometidos a un adecuado envejecimiento.

vinedos

Hoy, La Mancha no sólo es la Denominación de Origen de Vino que más tierra dedica al viñedo, sino que atiende a unos veintidós mil productores de uva. Por ello, todo hace prever que, a principios del próximo milenio, será también la que más vino embotellado venda y la que realice mayores exportaciones en España, pues, sin duda, los vinos manchegos están en consonancia con los gustos y las tendencias del mercado actual y su óptima relación calidad-precio les hace muy competitivos no sólo en el mercado nacional, sino también en el internacional, especialmente en la Comunidad Europea.

Dentro del innovador espíritu de los bodegueros de La Mancha, tal vez habría que consdierar algunos factores que redundarían en un futuro más sólido. Entre ellos, un esmerado cuidado en Crianzas y Reservas y una mayor elaboración de vinos con coupage que permitirán a sus productos estar en unas más actuales tendencias en el complejo mundo vitivinícola. Y, por supuesto, una clara diferenciación entre los vinos más económicos y los de calidad superior, de tal modo que sea posible solicitar uno de estos caldos no sólo en una económica comida de menú sino también ante un almuerzo o cena de lujo. Apuntes que no deben obviar un merecido brindis por los nuevos vinos de La Mancha, esos vinos renovados con fuerte personalidad, gran calidad y justo precio.

Históricas visitas al zaque

Ya el hispano-romano Columela, al hacer detallada descripción de los vinos de Hispania, mencionó los que se elaboraban en la región centro. Aquellas vides manchegas, tan diferentes a las de hoy, tal vez fueron plantadas por fenicios o cartagineses y sus favores hicieron afirmar a Plinio, muy acertadamente, que el vino es la sangre de la tierra.

La orden cisterciense, de gran influencia en la cultura medieval, trató de reproducir en sus construcciones monacales la economía de la salvación y, con ella, aproximarse, en este mundo, a la promesa hecha por Cristo de beber con los suyos el vino nuevo en el Reino del Padre. Gracias a ello, las abadias cistercienses y, por ende, las órdenes militares levantaron sus edificios y cultivaron sus campos como un adelanto a los gozos de la Jerusalén celestial. Los conocimientos desarrollados por los monjes para elaborar vinos fueron imitados, posteriormente, por particulares, a los que se debe la creación de la cuba de madera para la conservación de sus caldos. Originaria en Europa, La Mancha, al igual que la vieja Roma y la antigua Grecia, mantuvo sus mostos reposando en tinajas de barro.

Los vinos medievales manchegos eran, generalmente, blancos, aunque también se elaboraban tintos y, por supuesto, el famoso tinto aloque, motivo de inspiración para el sevillano Baltasar de Alcázar, quién escribió en su «Cena jocosa»:

Pero cenemos, Inés,

si te parece, primero.

a mesa tenemos puesta,

lo que se ha de cenar junto,

las tazas del vino a punto,

falta comenzar la fiesta.

Comience el vinillo nuevo,

y échole la bendición;

yo tengo por devoción

de santiguar lo que bebo.

Franco fue, Inés, esta toque;

pero arrójame la bota

de aqueste vinillo aloque.

El viñedo manchego, bajo dominio musulmán hasta el siglo XII, sufrió una gran expansión tras la Reconquista castellana. La militarización de la comarca, por influencia de las distintas órdenes militares y los señoríos establecidos en ella, fomentó un desarrollo que se vio favorecido por la adopción del contrato ad plantatum. Mediante este acuerdo, el propietario cedía a un pequeño agricultor una parcela para que pudiese plantarla de cepa y, cuando este viñedo estaba en edad productiva, la tierra se dividía en dos partes iguales: una se adjudicaba al plantador y otra, al dueño original de la parcela.

El castellano-manchego Alonso de Herrera, en su «Agricultura General» publicada en 1513, describe cómo era el viñedo de esta región y las uvas que más se utilizaban, como por ejemplo, la lairenes, que corresponde a la tan común, producida en esta región, airen. El establecimiento de Madrid como capital de los Reinos de España, nombramiento hecho por Felipe II en 1561, también benefició a la comarca, pues aquélla pronto se constituyó en el primer y mejor cliente de los vinos de La Mancha, alcanzando alta fama el de algunas zonas de la región, como sucedió con el de Yepes, cantado ya en las coplas de Jorge Manrique.

Y la construcción del ferrocarril facilitó la expansión de estos caldos por todo el territorio nacional a partir de 1855. Aunque, el viñedo manchego, al igual que todos los de Europa, se vio afectado por la terrible plaga de la filoxera, aunque es cierto que, en esta región, fue donde más tarde (en 1911) enfermaron las plantaciones.

Mas, si algunos vinos del mundo han tenido un cantor, los de La Mancha no han merecido menos y han sido mil veces glosados por el genio de la literatura universal Miguel de Cervantes en su inmortal obra El Ingenioso Hidalgo Don Quijote de La Mancha, donde son muchas y variadas las citas al vino de esta tierra. Sirva como ejemplo aquélla que dice:

ya te entiendo Sancho – le respondió don Quijote -; que bien se me trasluce que las visitas al zaque piden más recompensas de sueño que de música


 

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