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La Boca, el barrio más castizo de Buenos Aires

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Son muchos los adjetivos que admite este pequeño rincón de la capital porteña de Argentina, aunque posiblemente sea el de “Piccola Italia”, el nombre con el que mejor se le identifica al barrio de La Boca.

 

Adentrarse en él, uno de los más populares y famosos de la ciudad, y caminar por sus pequeñas e intrincadas calles siempre repletas de tiendas, bares, restaurantes, músicos y vendedores ambulantes, así como saborear una yerba mate taragui, es una experiencia que no tenía que dejar pasar en mi última visita a Buenos Aires.

 

El pintoresco barrio de La Boca, situado muy cerca de la zona portuaria, y al que el genial artista Benito Quinquela Martín supo inmortalizar en sus telas cubriéndolas por todos sus rincones, es algo sorprendente que mereció toda mi admiración. Al pasear por sus calles, al tiempo que escuchaba esa pegadiza música de tango, me hizo volver al pasado. No a mi pasado, sino al de mi madre que pasa algunos años de su infancia y juventud en este gran país, hasta que apareció mi padre y la raptó casándose con ella y regresándola a la ciudad que la vio nacer, Madrid.

 

 

Pero aquí, en el barrio de La Boca todavía se respira el legado que los inmigrantes europeos dejaron tiempo atrás. Aquellos hombres y mujeres que hasta aquí llegaron, en su mayoría italianos, y que se habían trasladado desde Europa con el único propósito de comenzar una vida nueva, y seguramente mejor que la que tenían en sus tierras de origen, es algo que hoy agradecen muchos de sus nietos. También aquí, en lo que hoy se conoce como el Riachuelo, aquella gente edificó sus casas de chapa nada más llegar a la Argentina. Porque La Boca, en donde además se venden pinturas, souvenirs y artesanías, y los domingos hay parejas de tango que bailan sobre ese suelo empedrado que invade la calle, es un lugar único en el mundo.

 

Y, muy cerca de aquí aparece Riachuelo que muestra un paisaje de barcos abandonados, el esqueleto de un antiguo puente de hierro y las siluetas de silos y edificaciones industriales que hay en la otra orilla. Se trata de un paisaje áspero, sólo mitigado por el colorido de las casas de La Boca. Un barrio que todavía conserva calles de adoquines como pude ver en la famosa calle de Caminito, hoy convertida en paseo peatonal que recrea los antiguos conventillo. Un rincón del Cono Sur americano que aparece pintado de vivos colores, con ropa tendida al sol en sus ventanas y pequeños balcones, y donde los jóvenes y viejos intérpretes vestidos de “guapos”, acompañados por la música de una guitarra, cantan temas que en su día popularizara Carlos Gardel, aquel al que los argentinos llamaron “el sorzal de la canción criolla”.

 

Pero, el barrio que vio nacer a Maradona, y que mucho antes había levantado otra gran pasión en todo el país -la creación del club de fútbol Boca Junior y de su estadio apodado “la Bombonera”, cuyos colores azul y oro todavía hacen vibrar a los aficionados bonaerenses- aun cuenta con bares y cantinas en donde se puede probar algún que otro plato de la típica cocina italiana al son de una cantinela con música del lugar.

 

Otra de las atracciones más interesantes de Buenos Aires es su arquitectura. Un popurrí de estilos: desde el colonial al renacentista, pasando por el barroco y neoclásico, pero sin olvidarnos del Art Nouveau y del Art Déco, para finalizar en el más moderno e internacional.

 

En resumen, que esta ciudad es una ciudad con muchos estilos. Estilos que unidos reflejan la influencia de los españoles, franceses e italianos tanto en sus edificios como en sus parques. Además, la ciudad cuenta con amplias avenidas repletas de mansiones y extensos espacios verdes, además de cientos de esculturas y otros monumentos como son la gran cantidad de iglesias que allí aparecen. Y todo ello integrado entre casas, bloques de oficinas y rascacielos modernos.

 

 


 

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