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El castillo de Loarre

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A unos treinta kilómetros de la ciudad de Hueca, en Loarre, se alzan los muros del castillo del mismo nombre. Esta sólida construcción, considerada como la fortaleza románica mejor conservada de Europa, fue proyectada por Sancho III el Mayor en los comienzos del siglo XI y en 1906 recibió el reconocimiento de Monumento Histórico Artístico.

De factura románica, el castillo de Loarre se alza sobre un promontorio rocoso dominando toda la planicie de la Hoya de Huesca y desde donde se controlaban las fértiles extensiones de cultivo de la llanura. La roca caliza que sustenta sus muros es su mejor elemento de defensa, que imposibilita abrir ninguna brecha hacia el interior en los casos de asedio. Para proteger aún más las estancias del interior también dispone de una gruesa muralla con torreones.

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En la actualidad, la fortaleza se encuentra en perfecto estado de conservación, exceptuando la parte más antigua, que se correspondería con el original castillo de Sancho III de Navarra. En la misma entrada se encuentra una recoleta capilla, con una acústica excepcional, y su esplendorosa iglesia, en la que destaca su cúpula, poco habitual en los proyectos del románico.

Devenir histórico del castillo de Loarre
Entre los años 1015 y 1023, aprovechando la debilidad musulmana, Sancho III el Mayor dirigió la fortaleza, que posteriormente fue ocupada por los musulmanes hasta su recuperación de parte de Sancho Ramírez. Fue en este periodo cuando se decidió el establecimiento de un monasterio en su interior.

Durante el siglo XII la demarcación pierde su carácter fronterizo y el castillo deja de ser la cabecera contra la resistencia musulmana. De esta manera, los años siguientes estuvieron protagonizados por las luchas que mantenían con insistentemente nobles y reyes por ostentar su propiedad. En 1413 se produjeron bloqueos por la participación en la Guerra de los Cien Años entre ingleses y franceses. Fue entonces cuando los habitantes de los alrededores de la fortaleza se trasladan a la actual Loarre, aprovechando parte de los materiales de la construcción. La sucesión de sus propietarios fueron dejando su huella en el recinto, hasta entrado el siglo XIX que pasó al abandono, quedando a disposición de los pastores y sus ganados.

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La edificación de la fortaleza
El castillo de Loarre Castillo es de planta irregular que dispone de diez torreones circulares y otro cuadrado por el que se accede al interior del perímetro. Junto a esta doble torre, denominada la puerta de los Reyes, se encuentra otro acceso que es la Puerta Oriental. Aquí se conservan vestigios de lo que fue una antigua torre albarrana, torre separada del resto del recinto. Sobresale especialmente su torre del Homenaje, que aún conserva las características almenas defensivas. Tiene una altura de veintidós metros con cinco plantas. Llama la atención la excesiva anchura de sus muros, de hasta dos metros de espesor.

Para la construcción de los muros y las torres se utilizó la piedra en mampostería. La piedra confiere al conjunto un aspecto muy sólido, habitual en este tipo de edificios de defensa.

La leyenda
Cuenta una de las leyendas de Loarre que, paseando San Demetrio por esta zona con su mula ciega, ésta dio un traspiés y cayó. Tanto la mula como el Santo murieron pero, antes de morir, dijo que en el monte de Loarre no volvería a nacer planta de romero y así ha sido: podemos encontrar en otras zonas esta variedad aromática menos en este monte.

También, como se describe en las yeserías de los muros laterales de la capilla parroquial, dos clérigos franceses pasaron el Pirineo, acompañados de una acémila cargada con la arqueta de las reliquias de san Demetrio. A su llegada a la ciudad de Jaca, se echaron misteriosamente al vuelo las campanas de todas las iglesias, dando lugar a que fuera descubierta la preciosa carga que transportaban.

Forcejearon con los clérigos franceses los jacetanos deseosos de que el tesoro quedara en Jaca, y ante la negativa de aquéllos, decidióse sacar los ojos de la acémila, conviniéndose en que las reliquias quedarían allí donde el animal se parase. Este echó a andar y, después de atravesar el valle de Rasal, cayó muerto frente al castillo de Loarre. Los clérigos franceses, fieles al convenio de Jaca, depositaron la arqueta relicaria en San Pedro del Castillo y los loarreses, en memoria del acontecimiento, levantaron una iglesia dedicada a Santa Marina en el lugar donde cayera la acémila.

 


 

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